Un grupo de mujeres de las comunidades rurales en Diriamba implementan en sus casas la ‘Economía de patio’ para sacar adelante a sus familias.
La emergencia médica provocada por la Covid-19 vino a trastocar todos los ámbitos de la sociedad. En países como Nicaragua, los embates fueron directos a la economía nacional. El cierre de pequeños negocios, emprendimientos y empresas, provocó desempleo en al menos el 80 por ciento de la población de las comunidades rurales de Carazo, quedando expuestas a una mayor vulnerabilidad al reducirse su capacidad adquisitiva para la compra de alimentos suficientes y nutritivos.
Un grupo de más de 80 mujeres de siete comunidades rurales forman parte de una iniciativa, promovida por ANDECU, en donde se les motiva a capacitarse y llevar a la práctica la llamada ‘economía de patio’ o ‘huertos familiares’ que les permita garantizar a sus familias una mejor alimentación y tener excedentes para aportar a los ingresos del hogar con la venta de productos.
Buscar la oportunidad en medio de las dificultades fue una de las premisas que seguimos para mejorar las condiciones de vida en las comunidades seleccionadas, pero, además, llevando más allá este concepto, el proyecto pretende promover el derecho a la igualdad de oportunidades de las mujeres rurales de Diriamba en el acceso a un desarrollo económico sostenible y resiliente frente a la COVID-19.
Diversificar los cultivos fue otra de las directrices que se plantearon al diseñar el proyecto. Entregar semillas de cebolla, chiltoma, tomate, pepino y pipián se hizo con la finalidad de garantizar a las familias alimentos que se consumen todos los días y, generalmente, se compran en los mercados locales.
Para Idalia del Carmen Romero Gutiérrez ser parte de la iniciativa ha sido muy importante “nosotros hacíamos los huertos familiares a nuestro modo, sin conocimiento, por eso nos han beneficiado mucho las capacitaciones. Ahora con lo que sabemos hacer podemos ayudar porque ya no vamos a comprar el tomate, la cebolla, la chiltoma, el pepino, el pipián”, comenta.
La satisfacción de poder y sentirse útil
Una de las aristas principales del proyecto es buscar el empoderamiento de las mujeres de las zonas rurales de Diriamba, promover su derecho a la igualdad de oportunidades en el acceso a un desarrollo económico sostenible y resiliente frente a las consecuencias que dejó la Covid -19.
Lupe Magdalena Jiménez Sequeira se siente realizada al saber cómo cosechar chiltoma, tomate y pepino en sus parcelas. “Yo me siento más segura porque he aprendido nuevas cosas, ya tengo mi área donde voy a plantar. Con mi familia trabajamos coordinadamente y todos me apoyan”.
Mientras que Darling Mercado Bermúdez, de la comunidad de Tepano, siente que aportar de manera activa a la subsistencia de la familia es un gran logro. “Como mujer me siento súper bien porque traer algo económico a la casa hace que nos sintamos más útiles”.
La esencia de este proyecto ha calado con fuerza en el sentir de estas mujeres y su transformación. “No me imaginé ¡jamás!, que yo iba a ser la que iba a llevar los conocimientos a la casa”, exclama Martha Vanessa Rodríguez Baltodano.
En una frase, Gradelys Rojas, resume la influencia que la iniciativa ha tenido en su vida: “se siente muy bonito saber que puedo depender de mí misma”.
Crear oferta con el excedente de productos
Para las más de 80 mujeres beneficiadas con los huertos familiares, este tipo de proyectos es valorado como positivo y de importancia porque son comunidades que reciben muy poco apoyo y las necesidades son permanentes.
“Antes sólo sembrábamos trigo y maíz, pero quisiéramos ahora sembrar más cosas, como decir, tomate y chiltoma. Mis expectativas son tener mejor alimentación para mi familia y con lo que nos sobre venderlo o intercambiarlo con las otras mujeres.” dice Darling del Carmen Mercado Bermúdez.
Gradelys del Carmen Rojas es de la misma opinión y se enorgullece de tener sembrado tomate, cebolla y chiltoma. “Lo que compramos caro en la venta ahora lo vamos a poder cosechar, intercambiar y quien quita que tengamos nuestro mercadito en la comunidad”, se anima a expresar.
A Marisol García le ha parecido toda una experiencia recibir las capacitaciones para aprender a elaborar abono orgánico. “Primeramente Dios, vamos a producir para consumir y luego para la venta, además, yo le estoy enseñando a mis hijos. Ellos andan trabajando conmigo y también mi esposo.”
Apoyo técnico es vital
José Manuel Hernández es el técnico que, desde el inicio, con el respaldo de todo el equipo de ANDECU, se dedicó a transferir experiencias y conocimientos a las mujeres de las siete comunidades de las zonas rurales de Diriamba.
“Se les dio medio saco de abono orgánico para que pudieran llenar las bandejas que se les entregaron para la producción de alrededor de 600 plantas, recibieron seis o cinco bandejas en dependencia del área que iban a sembrar, además, se les dio semillas de cebolla, chiltoma, tomate, pipián y pepino», detalló el técnico.
El invierno ha sido generoso y en los cultivos nicaragüenses la bendición de la lluvia ha hecho germinar la siembra. El verdor en los campos da esperanza a las comunidades caraceñas de Tepano, La Trinidad, Santa Lucía, Los Baltodano, Los Velásquez, Barranco Bayo y Amayo. Las mujeres sonríen orgullosas. En sus manos se refleja el esfuerzo y en sus rostros la satisfacción de saber que juntas están trabajando por la seguridad alimentaria de ellas y los suyos.