La emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 vino a trastocar la vida de millones de personas en el mundo. En medio de situaciones angustiantes, el encierro y la falta de actividades al aire libre, fueron muchos los que desarrollaron habilidades que estaban escondidas y que salieron a luz en durante la cuarentena.
Este es el caso de Martha Ligia Barberena Luna, quien asegura que en este período gris se despertó en ella la panadera que tenía en su interior.
De aspecto jovial y con un especial carisma, Martha Ligia es una mujer de fácil expresión, ideas claras y un entusiasmo que contagia. Ella es parte de los cursos de Pastelería que se imparten en el Centro Educativo Vega Baja, ubicado en Diriamba, a unos 45 kilómetros de la capital, Managua.
Una de las grandes ventajas que tienen estos talleres técnicos es el otorgar becas a sus beneficiarias pues son financiados gracias al apoyo de organizaciones y personas de buen corazón que ven en este tipo de proyectos una oportunidad para que mujeres de escasos recursos accedan a capacitaciones que les permiten optar a una independencia económica a través del emprendimiento.
“A mí me empezó a gustar la panadería a raíz de la pandemia. Estaba en casa y busque que hacer-comenta, mientras sonríe al recordar esos momentos-. Vengo de una familia de panaderos, aunque ya ninguno ejerce este oficio, así que me puse solita a probar y me quedó bueno el pancito que horneé, pero todo fue de forma empírica no tenía técnica”, explica.
Esta experiencia hizo que Martha Ligia se decidiera a buscar cursos que le dieran herramientas para mejorar su producto. No obstante, las opciones que encontraba eran extremadamente costosas para ella.
La chispa ya estaba en su interior y no se iba apagar tan fácilmente. Así que recordó que una de sus familiares había recibido un curso de cocina en Vega Baja. “Entré a la página de Facebook de ANDECU y vi que tenían disponibles los cursos de Panadería y Repostería. Escribí y al poco tiempo me contactaron. Primero me dijeron que había un límite de edad, se me ‘bajaron las llantas’ porque creí que ya no iba poder optar al curso. Luego me volvieron a escribir y me explicaron que el nuevo donante ya no exigía límite de edad y podía integrarme. Me vine a inscribir y empecé el 11 de febrero de este 2022”, detalla.
La calidad de los instructores que imparten estos cursos, la infraestructura que facilita el ambiente más óptimo para recibir las clases, los materiales que utilizan para elaborar los productos son elementos claves para que las estudiantes logren el mejor de los aprendizajes.
“Entrar a este curso me ha permitido saber técnicas que desconocía, aprendí muchísimo. Hay cosas que una no tiene la menor idea y eso hace la diferencia para tener buenos resultados. La instructora es muy minuciosa y lo que a mí me gustó es que ella te deja hacer las cosas, como dicen ‘aprender-haciendo’. Cometimos errores, pero ella no nos hacía sentir mal, ‘echando a perder se aprende’, nos decía, y nos ha sabido sacar adelante. Para mí ha sido maravilloso haberme encontrado con el todo el equipo de Vega Baja”, expresa emocionada Martha Ligia.
El compañerismo y la hermandad son otros de los valores que estas mujeres ven fortalecidos. En los grupos se apoyan al momento de trabajar en las recetas que elaboran en clases. Se animan cuando enfrentan situaciones difíciles en sus hogares y si alguna desea desertar, la acuerpan entre todas y la motivan a no renunciar.
“Todo lo que vivimos en el curso nos ayuda a empoderarnos. Muchas mujeres que estamos en los grupos somos de escasos recursos y venir aquí nos ayuda a saber que sí tenemos valor, que sí lo podemos hacer y es uno mismo el que se pone los límites”, reflexiona.
El optimismo y las ganas de salir adelante se denotan en cada palabra que Martha Ligia expresa. Ya finalizó su curso de Pastelería, pero en sus planes ya está marcado el siguiente taller que es el de Cocina. “Por mi parte yo tomaría todos los cursos que hacen en Vega Baja. Me voy muy, muy contenta con todo lo que hacen y sí estoy trabajando en mi emprendimiento desde casa, pero me miró a futuro con mi ‘Lunas Bakery’ en un estante de supermercado, porque me estoy especializando en hacer pan integral. Si me preguntan, las expectativas que tengo son enormes. Me encontré un lugar que me hizo creer que es posible y entonces vamos de viaje”, finaliza diciendo esta emprendedora.
Este programa se desarrolla con el apoyo financiero de Reledev Australia y del Gobierno Australiano, dedicado a ayudar a mujeres de áreas rurales de Nicaragua.